viernes, 11 de diciembre de 2009

Introducción

Un momento, por favor...


Todas las ciudades, sin importar sus dimensiones, ofrecen tanto a locales como a extraños un sinnúmero de ofertas de ocio. Caminar por las calles, siendo éstas los principales escenarios de la vida en la ciudad, ofrece a los sentidos todas las posibilidades de satisfacción. Lujosas tiendas llenas de lujosos artículos, establecimientos atiborrados de comidas, edificios antiguos que cuentan historias de mejores tiempos, tristezas y victorias; otras construcciones más modernas que parecen predecir un futuro semi apocalíptico de un progreso decadente y, sobre todas las cosas, sus habitantes vislumbrados ante tanta ornamentación que hace de la ciudad un lugar de contrastes donde las limitaciones son pocas a la hora de expresar los caracteres intrínsecos de todos los grupos sociales.

Sin embargo no son tantas las cosas que nos diferencian unos de otros, si es en la ciudad donde convergen las actividades que establecen los códigos de supervivencia, o mejor, convivencia, al ser en ella donde se ponen de común acuerdo para un objetivo común: el bienestar.

Es por esto importante encontrar aquellas cosas que a todos por igual nos garanticen un mejor bienestar y que potencien aquella convivencia, y que más básico que nuestros instintos como fuente de inspiración y regalarle a la ciudad un elemento fugaz y divertido. Un espacio nuevo que recorra aquellas calles plagadas de vida, sin llegar a ocupar realmente uno en concreto...

No obstante, a veces disfrutar de la ciudad es una tarea tediosa cuando los límites de la libertad se ven excedidos y cada uno de sus habitantes juega en su propio bando y con sus propias reglas. Lamentablemente la ciudad ha perdido parte de su esencia como escenario de todas las manifestaciones culturales y algunos pocos se adueñan de sus riendas y la manejan desde su punto de vista personal.

Si la ciudad es para ser disfrutada desde todas las posibles perspectivas, es angustioso y a la vez sorprendente las represiones y privaciones que algunos tienen que pasar para poder entrar a formar parte de esta convivencia.

Es así como nace la inquietud de crear un elemento urbano que recoja principios tan elementales como la movilidad, la transparencia y la oportunidad dentro de un marco general que intrínsicamente exprese la igualdad.

Todos tenemos las mismas necesidades, esos instintos que nos hacen iguales, esos parámetros que más allá de colores, creencias y credos nos nacen desde lo más profundo de nuestro cuerpo, donde es imposible diferenciarnos los unos de los otros. Dormir, comer, caminar, respirar, dolor, felicidad... Un objeto que por sí solo manifieste nuestros anhelos y nos brinde el bienestar que físicamente nos permita formar parte de la convivencia urbana.

No se trata de un llamado a la insurgencia o revolución, es simplemente una vuelta a lo más básico, inspirado en ello que nos atañe a todos: comer y desplazarnos con facilidad.

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